Convivimos con esta practica en muchos aspectos de nuestra vida. La obsolescencia programada existe no solo en la tecnología o los aparatos electrónicos, también en la ropa o incluso en las medias.

En el año 1901 Thomas Edison creó el primer prototipo de bombilla incandescente con duración limitada, exactamente de 1500 horas. Tras el éxito que supuso esta invención otras compañías decidieron dedicarse también a la fabricación de bombillas con duración limitada. Hoy en día existe una concienciación ecológica y nos parece impensable esta práctica, pero poco tiempo después de la bombilla de Edison, se creó el cártel Phoebus (1924-1939), formado por Osram, Philips y General Electric, el cual se dedicaba a controlar la producción y venta de bombillas. Esta agrupación estableció una duración máxima de las bombillas de 1000 horas, penalizando a los fabricantes que no cumpliesen esta norma.

Pero el verdadero origen del término obsolescencia programada tiene lugar durante la Gran Depresión o crisis del 29, crisis mundial que comenzó con el famoso “Martes Negro” y se prolongó hasta la década de 1930. Fue en esta etapa cuando el inversor inmobiliario Bernard London decidió que la obsolescencia programada era el mejor método para acabaron la crisis de forma legal (aunque nunca se llevó a cabo) y así el término comenzó a extenderse. Más adelante, en 1954, Brook Stevens, diseñador industrial estadounidense acuñó ese término dotándolo de contenido definiéndolo como: “instalar en el comprador el deseo de poseer algo un poco más nuevo, un poco mejor, un poco antes de lo necesario”.

Otro material que experimentó la obsolescencia programada fue el nailon, en un principio se esperaba que este material fuese muy resistente, casi indestructible. Este factor hizo que nadie necesitasere emplazar sus medias por lo que la venta de éstas comenzó a caer. Desde ese momento el nailon comenzó a fabricarse de forma más frágil, como obsolescencia programada textil.

Los aparatos electrónicos son los más propensos a sufrir esta obsolescencia, es muy famoso el caso de la batería del iPod que, al estar integrada en el aparato, no permitía reemplazarla sin cambiar el aparato entero.

Existe también otra cuestión en cuanto a los productos electrónicos que, aunque no sea exactamente obsolescencia programada, puede afectar a la producción y al precio de los mismos; los bienes complementarios. Es por ejemplo el caso de las impresoras y los cartuchos de tinta. Ninguno de los dos funciona ni tiene sentido sin el otro es por eso que cuando sube el precio de uno de los dos, disminuye la demanda del otro.

Clases de obsolescencia

  • La obsolescencia programada: prever una duración de vida reducida del producto.
  • La obsolescencia indirecta: imposibilidad de reparar un objeto por alguna de las piezas que lo componen.
  • La obsolescencia funcional por defecto: un componente falla y todo el dispositivo deja de funcionar.
  • La obsolescencia por incompatibilidad: por ejemplo, cuando un programa informático deja de funcionar al actualizarse el sistema operativo.
  • La obsolescencia psicológica: derivada de las campañas de mercadotecnia.
  •  La obsolescencia estética: cuando un producto es reemplazado por cuestiones de moda o diseño.
  • La obsolescencia por notificación: por ejemplo, las impresoras que se quedan obsoletas por los cartuchos de tinta.
  • La obsolescencia por caducidad: reduce artificialmente la vida de un producto, por ejemplo, los alimentos.
  • La obsolescencia ecológica. Bajo el argumento «verde» se justifica el abandono de los dispositivos antiguos aún en perfecto estado, para promover la compra de nuevos productos bajo el argumento de que son menos agresivos al medio ambiente.

 

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